viernes, 17 de agosto de 2012

Curiosidades curiosas que acontecen

Pues sí, es curioso. La vida en general lo es, pero resulta aún más cuando uno se para a observar los detalles. Y si los detalles provienen de gente… a menudo el “piensa mal y acertarás” funciona.
En este caso me hallo en la difícil situación de decidir qué camino seguir tras finiquitar la maldita tesis. Sí, ya decidí en su momento seguir con ella y no tirar por la borda el trabajo, esfuerzo y dinero de años. Pero ahora me planteo qué hacer al terminar porque, como otros muchos, me siento infravalorada en un país para el que el dinero rápido y sucio es lo primordial. Un país que lo primero que hace cuando hay que apretarse el cinturón es quitar derechos (que no privilegios) a los sectores más débiles, como las personas con discapacidad. ¿Y qué oportunidades tengo yo aquí, dedicándome a lo que me dedico? Pues eso, ninguna. Entonces pienso que valgo demasiado para conformarme con una universidad española y decido que antes de fin de año tengo que haber buscado algo en el tan manido extranjero.
Pero de repente… ¡sorpresa! Algo se cruza en mi camino que hace tambalearse a mis planteamientos. Ni una publicación en años, señores, tras muchos intentos, sufrimiento y dolores de cabeza. Y resulta que aquellos que se ponen de pegote donde no deben y se dan pompas indebidas, los que suponía yo tan sufridos como una servidora, se han dedicado a ir por otras vías y sacar adelante trabajo que bien merecido debería llevar mi nombre, aunque fuera en el reconocimiento. La nobleza se esfumó de repente y terminaron de caer los casi derruidos cimientos de aquello en lo que un día creí. ¡Y yo pensando que es que el camino de la ciencia era complicado! Pero no, el problema no era ese. El problema era y es que el nombre de la ciencia ha sido mancillado, pisoteado hasta la saciedad. De la misma forma que sentí caer un mito al descubrir en mis tiempos mozos que la universidad no era ni de lejos un “cuerpo de élite”, hoy he puesto el sello de la decepción a aquellos que se llaman “científicos” y profesan, no obstante, una carrera en la que se miden las fuerzas para ganar, poniendo la zancadilla a quien apenas se acerca, un peldaño más en la escalera de la hipocresía que es este mundillo.
Junto a la decepción, la frustración. Porque ¿qué hago luchando contra molinos si sus aspas son tan grandes que me golpean cuando trato de dar un paso? Y no me valen tópicos no realistas del tipo “el individuo tiene más fuerza de lo que imagina”, “alguien tiene que hacerlo” y similares. Seriedad, por Dios, por Alá o por nadie, pero seriedad. ¿Qué sentido tiene matarte estudiando, formándote, mejorando y tratando de aportar luz a los que más lo necesitan, si al final todo se reduce a ser el mejor, pisando a quien sea menester? No quiero ser la mejor. Quiero ser alguien, que es muy distinto. Sé lo que valgo, no es una crisis de identidad sino más bien de principios. Si mis motores se han apagado, ¿con qué me impulso yo ahora?

No hay comentarios:

Publicar un comentario