martes, 23 de octubre de 2012

cosas del celebro

Lo "malo" de aquellos a los que nos fascina el cerebro y el estudio de la cognición es que nunca terminamos de saber todo lo que hay que saber. Por ejemplo, entre los temas que me fascinan y de los que sé por desgracia bastante poco:


Re-empezando la semana

Aunque sea martes hay algunos que no hemos terminado de arrancar. Sí, esa es la realidad: que cada vez cuesta más. Para poder seguir con aquello que has de hacer pero no quieres, con lo que empezaste y debes acabar aún cuando no tengas ganas, la música es una buena compañera de viaje. Es agradecida, siempre está ahí, no pide nada a cambio y aporta, como de una forma mágica, un enorme consuelo para el alma.
Tuve un profesor que decía que escuchar un tipo de música cuando el cuerpo te pide otra puede ser incluso traumático. Es el mismo del consejo del gato, uno de los pocos curas que me ha enseñado algo, para qué engañarnos.
Siguiendo sus consejos y mis impulsos alimento mi espíritu con un mundo que desgrano poco a poco. Creo justo compartir con aquellos que pudieran leerme las píldoras que me enganchan cada día. Hoy toca una azul:




Y por si queréis continuar, propongo esta

Food for Thought from mbassetti926 on 8tracks Radio.

martes, 2 de octubre de 2012

Con el agua al cuello

El cuento de nunca acabar, eso es lo que es.

Ya no sé hacia dónde mirar o cuál debería ser el siguiente paso. Sufro en parte bloqueo emocional y en parte bloqueo mental. Me atasco. Me quedo en blanco mirando la pantalla del ordenador y, de repente, me sorprendo a mí misma con la mirada perdida en un despacho, a menudo sola, y no tengo fuerzas ni ganas de seguir trabajando. En ti tampoco, puta tesis. Maldita la hora y el día en que decidí que mi vida sería mejor contigo. Ya no tengo argumentos que soporten la idea de que eres buena. No sé qué habrá después tan bueno que compense todo esto. Pero lo más frustrante es que todo el mundo confíe en que sea capaz de sacar todo adelante cueste lo que cueste. Llevo toda la vida empeñándome en no ser un ser humano corriente para que al final todos piensen indebidamente que realmente no lo soy. ¡Qué contradicción!

Con lo que seguro que no puedo es con la injusticia, con aquellas personas que ejercen su derecho por fuerza, incluso si tal derecho no existe. Lo peor: encontrarte de frente con un monstruo mucho más grande que tú que sabes que es inmortal. Huir se antoja difícil, vaya que sí; vencer no es una opción (que es inmortal, coño!). Así que tratas de buscar la mejor estrategia para abordarlo, sencillamente porque te niegas a aceptar que todo esté perdido. Pero el hecho cierto es que lo está, y lo único que haces es volverte loca buscando una solución inexistente. Una vez me dijo un profesor (no muy sabio, de hecho de moral bastante laxa, pero vaya si me ha servido…) que no puedo buscar un gato negro en una habitación a oscuras… si no hay gato. Y pienso que quizás sea eso lo que haga: forzar demasiado para buscar una solución que no existe, para encontrar la aguja en el pajar que me salve. Todo para no aceptar que no tengo salida, que soy una vieja tuerca más en la oxidada maquinaria de la universidad, que pese a mi valía como individuo, no dejo de ser perfectamente prescindible y nadie sentiría reparos en apartarme a patadas si hiciera falta para poner el decadente nombre de sus amigos en el trabajo ajeno.

¡Pero qué pequeña se vuelve la gente ante la inseguridad y el miedo! ¡Cuánto patito feo de verdad que trata de estancar a los cisnes del grupo! Lo peor es que a menudo esos patitos feos vienen cargados con escopetas y atacan en grupo al individuo aislado.

Si quedaba algo de fe, se fue; si aún quería seguir, ya no; si había alguna posibilidad, se esfumó. Qué vamos a hacerle. ¿Sólo queda la venganza?

lunes, 17 de septiembre de 2012

¿Otra vez por aquí?

Te hacía lejos, muy lejos. No pensé que fueras a volver y, la verdad, he de confesar que gran parte de mi felicidad se debía a ese sentimiento de pérdida. Paradójico, ¿no? Pues sí, la pérdida puede ser buena. Cuando sacamos de nuestra vida personas tóxicas, malos sentimientos y en general todo aquello que nos pone la zancadilla en el camino a la felicidad (porque incluso cuando estoy abajo soy consciente de que la meta es la felicidad, de eso no hay duda). Cuando vamos al contrario que el resto de la gente, cuando mientras ellos se estresan y enfadan nosotros sonreímos y ayudamos a los demás, en esos momentos nos acercamos a la felicidad.

Ahí estaba yo, pero has vuelto. Y no te quiero conmigo, no en mi vida, no ahora. Vete por donde has venido que yo, voy a comerme una pizza a tu salud mientras veo cómo caminas hacia el horizonte.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Estereotipos

Quiero hablar de lo que toca, de lo que no debería pasar pero pasa, de aquello que siempre pensamos que les pasa a otros y al final nos toca vivirlo en carnes.

Los estereotipos son a menudo también ciertos como la vida misma. Por ejemplo, el que viene al caso es el “demuestra y haz saber a los tuyos lo mucho que los quieres y aprecias porque nunca sabes cuándo será la última vez que los verás”. Vale, todos lo sabemos y hasta lo hemos aconsejado alguna vez sin ser realmente conscientes de que no teníamos ni de lejos interiorizado lo que esto significa. Así sucedió.

Quién me iba a decir que la última vez que la vería sería fugaz y, sin tan siquiera pensar en que podría no haber más encuentros (por qué pensarlo, ¡eso nunca me pasa a mí, sólo les pasa a los demás!) nos despediríamos con un vago “hasta luego”. Ahora no está. No volverá nunca a salir ni entrar por esa puerta, y la sensación que queda es tan extraña, el sentimiento tan doloroso, que no se llega a asimilar nunca. No es la primera vez que me pasa. Con el “ya llamaré” vas dejando pasar un tiempo valioso que ni siquiera valoras. De hecho, lo haces porque no lo valoras. Pero cada minuto cuenta, cada segundo con alguien ha de ser vivido como el último. No hay peor dolor que vivir con arrepentimiento y/o con el sentimiento de que algo quedó en el tintero.

Vivid como si tras cada segundo no viniera otro más; aseguraos de que los vuestros saben lo que pintan en vuestra vida, porque quizás no haya más oportunidades de decirlo y demostrarlo.

Donde quiera que estés, DEP P.

jueves, 23 de agosto de 2012

Vaya con la teoría

Pues sí, parece que siempre es la teoría lo que lo complica todo. Nada del método, ni siquiera la discusión, no. Lo que siempre hace que me atasque es la maldita revisión de la bibliografía. Una vez tengo los antecedentes claros, todo marcha =) ¡Qué bien! Aún así llevo un poco de retraso, así que me parece que esta noche toca café o, dado el insufrible calor, Coca Cola. ¡No podrás conmigo, maldita presentación de Egmond aan Zee! Lo del artículo… es harina de otro costal.

lunes, 20 de agosto de 2012

A la carrera

Como siempre, todo a última hora. No, no es vagancia, es que necesito días de 48 horas. Esto me recuerda, hablando de todo un poco, a los bolsos de las mujeres: puedes conformarte con uno pequeño, pero cuanto más grande sea el bolso, más cosas encontrarás para meter, entrando en una eterna progresión geométrica de “siempre necesito más espacio”.
En fin, que tengo 4 días para terminar mi presentación para Ámsterdam, aquí
así que voy a seguir con los deberes, asediada por un húmedo e intenso ambiente valenciano.

viernes, 17 de agosto de 2012

Curiosidades curiosas que acontecen

Pues sí, es curioso. La vida en general lo es, pero resulta aún más cuando uno se para a observar los detalles. Y si los detalles provienen de gente… a menudo el “piensa mal y acertarás” funciona.
En este caso me hallo en la difícil situación de decidir qué camino seguir tras finiquitar la maldita tesis. Sí, ya decidí en su momento seguir con ella y no tirar por la borda el trabajo, esfuerzo y dinero de años. Pero ahora me planteo qué hacer al terminar porque, como otros muchos, me siento infravalorada en un país para el que el dinero rápido y sucio es lo primordial. Un país que lo primero que hace cuando hay que apretarse el cinturón es quitar derechos (que no privilegios) a los sectores más débiles, como las personas con discapacidad. ¿Y qué oportunidades tengo yo aquí, dedicándome a lo que me dedico? Pues eso, ninguna. Entonces pienso que valgo demasiado para conformarme con una universidad española y decido que antes de fin de año tengo que haber buscado algo en el tan manido extranjero.
Pero de repente… ¡sorpresa! Algo se cruza en mi camino que hace tambalearse a mis planteamientos. Ni una publicación en años, señores, tras muchos intentos, sufrimiento y dolores de cabeza. Y resulta que aquellos que se ponen de pegote donde no deben y se dan pompas indebidas, los que suponía yo tan sufridos como una servidora, se han dedicado a ir por otras vías y sacar adelante trabajo que bien merecido debería llevar mi nombre, aunque fuera en el reconocimiento. La nobleza se esfumó de repente y terminaron de caer los casi derruidos cimientos de aquello en lo que un día creí. ¡Y yo pensando que es que el camino de la ciencia era complicado! Pero no, el problema no era ese. El problema era y es que el nombre de la ciencia ha sido mancillado, pisoteado hasta la saciedad. De la misma forma que sentí caer un mito al descubrir en mis tiempos mozos que la universidad no era ni de lejos un “cuerpo de élite”, hoy he puesto el sello de la decepción a aquellos que se llaman “científicos” y profesan, no obstante, una carrera en la que se miden las fuerzas para ganar, poniendo la zancadilla a quien apenas se acerca, un peldaño más en la escalera de la hipocresía que es este mundillo.
Junto a la decepción, la frustración. Porque ¿qué hago luchando contra molinos si sus aspas son tan grandes que me golpean cuando trato de dar un paso? Y no me valen tópicos no realistas del tipo “el individuo tiene más fuerza de lo que imagina”, “alguien tiene que hacerlo” y similares. Seriedad, por Dios, por Alá o por nadie, pero seriedad. ¿Qué sentido tiene matarte estudiando, formándote, mejorando y tratando de aportar luz a los que más lo necesitan, si al final todo se reduce a ser el mejor, pisando a quien sea menester? No quiero ser la mejor. Quiero ser alguien, que es muy distinto. Sé lo que valgo, no es una crisis de identidad sino más bien de principios. Si mis motores se han apagado, ¿con qué me impulso yo ahora?

Lavado de cara

 

Pues sí, he decidido que eso es lo que necesita mi blog. No por aspecto, sino por contenido. ¡Cambio de escala de color, matices y hasta pintura!